La imagen ocupa un mural ubicado en la nave izquierda de la actual iglesia matriz de San Miguel. Se afirma que fue pintada por un extraño personaje que ingresaba por las noches al entonces convento de los mercedarios que ocupaba el actual local del Centro Educativo N° 82736 Escuela de Varones “Manuel Sánchez Díaz”.
Un buen día los padres mercedarios vieron con admiración y asombro la imagen de la Virgen Inmaculada pintada en la nave izquierda, se arrodillaron y rezaron, mandaron repicar las campanas y anunciar la buena nueva a la población que asistía emocionada hasta el llanto invocando a la Virgen María. Del pintor no se volvió a saber nunca más, se afirma que un ángel habría bajado a plasmar la imagen para proteger al pueblo de desastres naturales, enfermedades y calamidades. Desde ahí se extiende la fe hacia la Virgen del Arco que perdura hasta la actualidad.
El superior del monasterio no sabía qué nombre darle a esta advocación de la virgen y preguntaba a uno y otro, pero había tantas sugerencias que no se decidía por una; al escuchar esto, un mulato colaborador de ellos, muy católico, dijo que había tenido una revelación en sus sueños y la virgencita le había dicho que “de la boca del indio saldrá mi nombre”.
Por aquel entonces, San Miguel era un paraje lleno de bosques en lo que actualmente es la Plaza de Armas, había muchos árboles de sauce, aliso y cedro. Se dice que un día un pastor estaba buscando su rebaño de ovejas y al detenerse a tomar agua en una acequia, cerca de un puquio, apareció a sus pies una tremenda culebra. El hombrecito muy sorprendido y asustado lanzó un inmenso grito: ¡Virgencita del Arco!
Fue cuando entre los árboles y matorrales se presentó la imagen de la Inmaculada Concepción sobre un arco que lo salvó del peligro, llamándose desde ese instante Virgen del Arco a la imagen que apareció en un mural pintado sobre la pared de adobe enlucida de barro de la nave izquierda de la iglesia matriz que ha quedado perennizada y se erigió como patrona de San Miguel, celebrando su fiesta central cada 29 de diciembre.
Hasta la actualidad es muy venerada en San Miguel, imponiéndose por su belleza y admiración, hasta donde llegan sus devotos a pedirle siga protegiéndolos.
Por los setentas, el pintor y ebanista señor Eduardo Huangal Castro “Paluyo”, confeccionó el marco de madera que guarda el cuadro.
En 1984, el pintor sanmiguelino Juan Villanueva Novoa “Pandoro” restauró el cuadro, posteriormente el 2004 la Compañía de Minas Buenaventura, a requerimiento del párroco y feligresía, contando con el permiso del obispo de Cajamarca, contrató los servicios de profesionales para restaurarla y retocarla tal como ahora se ve.
Hasta la década de los sesenta la feria de La Virgen del Arco se celebraba con acendrada devoción y con presencia multitudinaria. Se congregaban en San Miguel de Payacques (del Ayllu de los Payac, no de Pallaquear), devotos y comerciantes de Cutervo, Chota, Santa Cruz, Hualgayoc, Cajamarca, Contumazá, San Pablo, Chepén, Reque, Saña y Chiclayo.
Los de Hualgayoc, Cajamarca y de la costa lo hacían por medio de camiones pequeños, con llantas unitarias posteriores y con cadenas de hierro, para salvar los charcos de las carreteras en lluvias. Los restantes lo hacían a lomo de acémila.
COLORIDO Y SABOR
Los etenanos (de Eten), los “Dulceros de saña” y otros costeños, daban colorido y un sabor muy especial a la fiesta, al punto de que por varios años seguidos estos comerciantes se devotaban la celebración de las “Vísperas”, en las que había derroche de cohetes, bombardas, juegos artificiales y globos aerostáticos; y música ejecutada por la banda de músicos de Eten, Reque, Jayanca y de otras ciudades. A falta de hoteles, las amas de casa preparaban habitaciones familiares para albergar, a precios módicos, a los visitantes.
Todos ganaban con la festividad. Las cocinerías, como se llama en San Miguel a los pequeños restaurantes, vendían sus mejores viandas; las tiendas comerciales y bodegas aumentaban sus ventas.
César Cruzado, conocido por sus amigos como Don Venadito, como lo hacía antes su padre Miguel Cruzado, preparaba centenares de velas y cirios producto de la fundición de arrobas de parafina; los bautizos y matrimonios de importancia eran reservados para estas fechas. En no pocas festividades el obispo de la Diócesis de Cajamarca realizaba la confirmación de centenares de niños.
Destacaba la presencia de comerciantes ecuatorianos que llegaban a comprar los siempre hermosos y nunca bien ponderados tejidos sanmiguelinos.
Esta festividad religioso-comercial era de mayor prestancia que la del Arcángel San Miguel, patrono del pueblo, tanto que se extendía hasta el 6 de enero, día de los Reyes Magos. Los mercedarios y religiosos que les sucedieron habían logrado en la población una acendrada devoción a la Virgen del Arco. Muchas mujeres en San Miguel, se llamaban y se llaman María o María del Arco.
Hoy se sigue con esta celebración, pero fue bajando en la población mientras se dedicaba mayor veneración a San Miguel Arcángel. Afortunadamente algunas damas sanmiguelinas, con mucha devoción y agradecimiento a la Santísima Virgen, dedican su tiempo para realizar el mantenimiento de la imagen y preparar su fiesta durante diciembre, no existe comité pero sí damas colaboradoras que toman año tras año la responsabilidad de llevar adelante esta fiesta en honor a la Virgen del Arco, apelando a la colaboración de la comunidad creyente y autoridades.
Adaptación: Luis G. Lingán Ramírez (Basado en texto de Víctor Hugo Alvites Moncada).