Por: Segundo Matta Colunche.- A las afueras de la capital, entre la arena del árido desierto, luce aquel mar humano donde los minutos son horas y los días son años. Allí está Piedras Gordas, el de máxima seguridad donde culpables e inocentes pasan sus años con eternos minutos aguardando un nuevo día. Con cámaras, cuadernillo y lápiz en mano llegamos allí ansiosos de ver al candidato presidencial, por Democracia Directa, Gregorio Santos Guerrero. No fue fácil lograr la autorización con todos estos atavíos; la insistencia rebelde cobijada en certeros argumentos legales, nos da la oportunidad de volver a ver al hermano.
Cuarenta minutos en taxi, y ya nos dieron las 8:30 de la mañana (Carabayllo-Ancón). Un taxi seguro nos da cierta tranquilidad en medio de la delincuencia que azota la capital. ¿Demasiado temprano para las visitas? A unos 50 metros, un miembro de seguridad del INPE nos increpa por tomar fotografías y nos obliga a retirarnos del lugar hasta una hora después.
A 10 minutos del penal, varios quiosquitos “lucen” con esteras, tablas y plásticos. Un jugo de naranja mientras revisamos los diarios de Lima. El Correo en carátula: Propuesta de Gregorio Santos: “Sincerar tributos”, diario Uno y La República resaltan el avance de Verónica Mendoza. Los otros medios acostumbrados a notas y artículos periodísticos de adhesión al modelo económico-político actual, parecen celebrar un triunfo adelantado.
¿Ha escuchado de Gregorio Santos? Le preguntamos a la dueña de la bodega. Nos mira con atención y responde contundente: sí, y agrega que ella reparte propaganda política de su candidatura. Olga, como así se llama, natural de Cerro de Pasco, se indigna contra el Poder Judicial y Ollanta Humala. “No puede ser posible que Ollanta nos haya traicionado. Goyo era su amigo”, dice. Pasan los minutos y llega la hora esperada.
Nada de celulares, correa, dinero, polos rojos, comida o cualquier artefacto que esté al margen del trabajo comunicacional. Los compañeros cargan una guitarra, un sombrero y un polo rojo (para el candidato). Santos tiene bajo la manga la autorización para ingresar los instrumentos. Inicialmente se frustra nuestro ingreso porque la dirección del INPE aducía la no presencia de un comunicador de la institución para que acompañe al equipo de prensa del MAS Democracia Directa.
Cruzamos cinco controles. Las paredes y puertas de hierro son testigos mudos de nuestra presencia. Por momentos el eco traspasa nuestros corazones y nos recuerda a Eduardo Galeano escribiendo sobre las peores mazmorras de Estados Unidos (Guantánamo-Cuba) y Europa. En el silencio, sin embargo, en cada control sentimos el calor humano de los humanos del INPE. Todos están al tanto de Goyo, de cada entrevista, de cada movimiento.
Ya son las 12 del día, la llama del sol hondea al viento, mientras nos instalamos en aquel cuarto de 2×2 (metros). “Gregorio, te buscan”, escuchamos decir a un efectivo del INPE. No pasaron treinta segundos para que las sonrisas y acostumbradas bromas de Goyo escriban crónicas enteras vestidas de recuerdos. Al fin estamos juntos de nuevo. En una nueva trinchera: el INPE. Hace algunos días recibía la visita de TV Perú, Frecuencia Latina y La República. Un eterno abrazo y camaradería cambian semblantes, mientras reluce la esperanza. “Para que soy bueno”, nos dice (risas).
Ya pasaron 22 meses desde la última vez que nos vimos. Su fe, esperanza, optimismo, fuerza, voluntad y entrega por su pueblo están intactos. La comunicadora de planta se emociona al ver el desenvolvimiento y conocimiento de la realidad peruana. Por pequeñas rendijas de las corroídas paredes, compañeros de celda intentan verlo. En la parte alta del “patio”, las gruesas paredes con alambres y púas nos vuelven a la realidad.
En 2011, Goyo nos compartió 7 libros virtuales sobre: Periodismo, marketing, comunicación política y, periodismo y lucha de clases. Él ya había leído unas 5 mil páginas. El conocimiento fue clave para la producción de este día. Con el mismo carisma y autoridad, reforzaba las ideas. Escribía, acomodaba la mesa, la pizarra, etc. Bromas, risas…
“Goyo, tienes que hablar fuerte y enérgico. La gente te conoce así”. “Goyo, ponte el sombrero, el pueblo sabe tu identidad”. “Coge la guitarra y la quena, el arte es parte de tu ser”. Las notas musicales son la voz de un perseguido político que estremecen los calabozos salvajes.
Recordamos. En 2013, Goyo decía: “…jóvenes, el futuro es el cambio, la revolución es nuestra, tenemos que construirla desde las organizaciones, desde las luchas, desde el arte. Tenemos que apoyar a la cultura”. El gran Gran Fidel, decía: “…los pueblos avanzan a la par de su cultura” ó “…tenemos que pintar la revolución: verde olivo. El arte será el arte del pueblo”. Hoy, Cajamarca es el centro de la pintura peruana.
Nueva Constitución, Descentralización y Regionalización, cierre de brechas sociales (educación y salud pública, gratuita y de calidad), defensa y gestión del agua, diversificación de la economía nacional (sostenibilidad), sincerar las actividades extractivas (ganancias y sobreganacias), lucha frontal contra la corrupción y, participación social contra la inseguridad ciudadana. “Tenemos que generar empleo digno, oportunidad para que los hijos del pueblo tengan ingreso directo a las universidades y hacer un gran corredor agroindustrial productivo en la costa, sierra y selva. Somos un país con grandes riquezas, éstas deben estar al servicio de todos los peruanos”, dice.
Pasaron 4 horas de grabación, es momento para una pausa. Goyo tiene que participar de una audiencia sobre el mediático caso Belaunde. Una fiscal repite el mismo libreto de siempre. Tras el almuerzo que no duró más de 40 minutos, volvimos a las últimas tomas. Son las 5:26 de la tarde, aún falta, pero el tiempo nos impide.
“Sigan adelante, saluden a mi pueblo y dígale que vamos a ganar la guerra. Nosotros no nos cansamos, aquí estamos para luchar hasta el final. No olviden, el pueblo nos necesita, no se alejen de él. Mi mensaje a los jóvenes del Perú para que no desmayen, la justicia llegará”. Nos desea suerte, nos abraza y se va.
Pocas veces hemos visto a un hermano preso motivado, convencido y emocionado hasta las lágrimas por la lucha de su pueblo. Las casi seis horas de trabajo a su lado fueron seis minutos nada más. Gracias camarada, con tu ejemplo venceremos.