Paco Huamán /. El libro ‘Boceto biográfico del pintor Mario Urteaga’ de Andrés Zevallos, escrito allá en los 80, reúne una serie de indagaciones y reflexiones en torno al silencioso y paciente trabajo del pintor cajamarquino, quien desde su autoislamiento pintó algunos de los mejores cuadros del indigenismo peruano.
Mario Urteaga es como un caso aislado dentro de la constelación artística y cultural que representó el indigenismo durante el periodo de los años 20 y 30 del siglo pasado. En esas décadas, el momento cumbre del indigenismo tuvo como vórtice a la revista Amauta que condensó entre sus páginas la reflexión sobre el Perú y el mundo. Mariátegui, Sabogal, Arguedas, Chambi, etc. fueron expresión de este movimiento cultural.
Hay que hacer notar que dentro de la historia de la pintura peruana, el indigenismo es una corriente suigéneris que fuera influenciada por el arte plástico de la revolución mexicana y el expresionismo europeo, al menos así lo sostiene Adrés Zevallos. «Es indudable que el ‘indigenismo’ no plasmó en el gran movimiento que fue, por ejemplo, el mexicano, pues las condiciones históricas fueron otras», afirma el autor.
Dentro de este proceso, Mario Urteaga pintó el escenario que la realidad le puso enfrente. Sus cuadros son bucólicos y costumbristas, pero también manejan un lenguaje propio que muchas veces sorprende por la fuerza de su mensaje. De forma singular, su arte es autóctono y autodidacta, pero a su vez tiene la pincelada del gran cisma que representó el indigenismo. No por nada fueron los pintores de esta corriente quienes finalmente terminaron ungiéndolo como suyo y señalándolo como uno de sus destinos.