
Por Paco Huamán/. En cada feria del libro, hay alguien que nunca falta: el lector de José Saramago. Busca en anaqueles, pregunta a los feriantes y nombra constantemente la palabra Saramago y más que nombrarla, la saborea con todas sus letras. Y no es extraño, pues el Premio Nobel 1998 ha escrito una serie de novelas que, a pesar de su honda carga ficcional entre apocalíptica y utópica, se plantea como fabulosa o simplemente mágica.
No creo que exista persona que haya leído ‘Ensayo sobre la ceguera’ sin sentir el vértigo de sus páginas y más aún cuando la epidemia que narra es tan similar a la pandemia que ha dibujado una cicatriz profunda en el phatos de nuestra especie. Imposible asimismo no sentir en la piel la epopeya que describe en ‘Ensayo sobre la lucidez’ donde una ciudad hace suyo el sentido común y se subleba contra sus políticos y las estructuras de gobierno, estableciendo así una suerte de comunismo libertario de un día al otro. Solo por hablar de dos novelas que tienen, por así decirlo, cierta continuidad en su estilo y su trama.
En el caso de la novela ‘El hombre duplicado’ plantea un imposible desde sus primeras páginas: Tertuliano Máximo Afonso descubre que tiene un doble, una réplica exacta de su persona que vive otra vida y que es otra persona. A partir de esta idea extraña, se desovilla una serie de acontesimientos que poco a poco absorven al lector con sus raciocinios lógicos, sus aparentes simplezas y sus hechos sumarios. Pero solo será en las últimas páginas donde la novela cobra la fuerza sobrehumana, donde la paradoja, el sueño y lo imposible cercan a los personajes y asaltan a mano limpia al lector.
La otra historia de Saramago es poco conocida. De manifiesta militancia en el Partido Comunista de Portugal, José Saramago fue saboteado por algunos políticos de su país quienes vieron en él a un baluarte peligroso para sus intereses. Su militancia política nunca lo desmereció, es más lo santificó como uno de los pocos escritores comprometidos del mundo. Qué enorme diferencia con otros narradores actuales que desde el bacón de su individualismo disparan contra todos y para todos sin asumir ninguna bandera o como les diría ese otro comunista Víctor Jara en uno de sus estribillos: «Usted no es nada / no es chicha ni limoná / se lo pasa manoseando / caramba zamba su dignidad».