18 enero, 2017 »

Andrés Zevallos

Mucho se comenta de Andrés Zevallos por el centenario de su nacimiento, pero pocos saben de su pasado. Su papel como pintor, agricultor, camionero, docente etc. Son parte de la fecunda vida del último gran indigenista.

Por: Tito Vera Cubas

Andrés Zevallos, maestro de las artes plásticas, continuador de la corriente indigenista iniciada por Mario Urteaga y maximizada por José Sabogal, cumple cien años de su nacimiento, quién fuera homenajeado por distintas instituciones.

Su talento en pintura, sus vivencias de la cultura andina y la influencia de grandes maestros como Urteaga, Sabogal, Bagate y Blas “cultores del indigenismo” hicieron a Zevallos que adopte esta corriente, en cuyas obras muestran las actividades andina del campesinado y la naturaleza.

Entre sus producciones sobresalen: “Cuentos del Tío Lino”, “Boceto Biográfico del pintor Mario Urteaga”, “Tres Pintores Cajamarquinos”, etc.; así como, sus producciones literarias sus pinturas encierran un profundo mensaje de identidad del pueblo andino.

Y pensar que hace cien años, un 29 de diciembre de 1916 nació el maestros de la plástica, Andrés Zevallos de la Puente en Campodén provincia de Contumazá, quien a sus 5 años sorprendía a propios y extraños por la perfección de sus trazos cuando dibujaba peces, pájaros y flores en el patio de su casa con un pedazo de carbón o arcilla.

Andrés Zevallos no cuenta que a sus 9 años, sus padres abandonaron Contumazá para trasladarse a Cajamarca; coincidencias de la vida para un maestro de la plástica, llegó a vivir frente a la habitación de un distinguido pintor cajamarquino, se trataba de Bagate, seudónimo de Juan del Carmen Villanueva Rodríguez, donde la gente se reunía en Belén para apreciar los cuadros que mostraba desde la ventana de su casa y en reconocimiento a su incomparable trabajo era fuertemente aplaudido; fue en ese momento -describe Andrés Zevallos- que se dio cuenta que su habilidad para dibujar y pintar era un talento que tenía un enorme valor”.

Zevallos estudió en el colegio San Ramón, ganó todos los concursos de dibujo, pero pronto llegó el momento de tomar una decisión en su vida, decidir la carrera profesional a estudiar (cursaba el quinto de secundaria). Justo en esos tiempos apareció una gran noticia por el periódico, que “los Cajamarquinos Mario Urteaga y Camilo Blas habían ganado concursos de pintura en Chile”, esa noticia es otra coincidencia que ayudó a decidir mi futuro dijo Zevallos, “ahí me dije a mi mismo, Yo me hago pintor”.

Tomada la decisión, Zevallos tenía que comunicar a sus progenitores, ese momento era el más difícil de enfrentar, su papá quería que sea abogado y su mamá cura, sus tíos también se asombraron. No entendían su decisión de desaprovechar la oportunidad de convertirse en abogado para dedicarse a la pintura; pues, no avizoraban el talento del futuro maestro.

Los años pasan, la infancia es como un sueño, la fuerza de la juventud se queda en la primavera, la sabiduría pasa a tomar vigencia durante los 365 días de cada año para acompañar a entender el significado de la vida. Andrés Zevallos ha añejado sabiamente su arte durante 10 décadas manteniendo en vigencia el indigenismo.

Su perfecta técnica en sus trazos y excelente combinación de colores mostrados en cada cuadro le llevaron a las galerías más importantes del mundo: Alemania, México y Estados Unidos, etc., significando un sin número de distinciones y reconocimientos en el Perú y el extranjero, quién fuera condecorado con la “Orden del Sol Naciente”, Rayo de Oro y Plata por el gobierno de Japón.

En su centenario fue condecorado por el Gobierno Regional Cajamarca, Municipalidad Provincial y otras instituciones y organizaciones por dejarnos una herencia que inmortaliza la cultura andina, cimentando el sentimiento peruano de generación en generación ante las corrientes políticas y económicas que pretenden desaparecerla.

También conoció al distinguido pintor peruano, Camilo Blas, seudónimo de José Alfonso Sánchez Urteaga, quien convenció a Zevallos viajar a Lima para estudiar en la escuela de Bellas Artes, en ese entonces sus padres de alguna manera se habían convencido y aceptaron la decisión.

Cuando inició a estudiar en la capital se encontró con los insignes Sabogal y Blas quienes eran docentes de escuela de Bellas Artes. Él nos cuenta, que a la hora de repartir los cupos, no le pusieron en el taller de Camilo Blas, sino en el de Teresa Carvallo, totalmente desconocida para él; entonces, habló con Camilo Blas para suplicarle que le considere estar en su taller, “está bien, le dijo, pero mejor hagamos una cosa, después de tres meses, usted me dice si quiere seguir con Teresa o pasa a mi taller”. Durante esos tres meses, Teresa le acogió con gran interés, debido a su vocación y asumió un rol orientador, entonces decidió quedarse con ella.

Terminó los 4 años de ciclo básico de estudios, pero le faltaba 3 años de especialización, era consciente de la escases económica que vivía su familia, por lo que decidió hacer su vida solo. Así comunicó a sus padres su decisión y pidió que el dinero iban a invertir en sus estudios se destine para la educación de sus hermanos.

Conoció a mucha gente, incluso a Julio C. Tello, quién le dio opción de trabajar, pero con el sueldo del barredor; mientras que, este pasaba a ganar el sueldo del dibujante, trabajó para el Ministerio de Salud Pública como inspector de salud pública del río Rímac y docente universitario en San Marcos.

El destino le regresó a Cajamarca a su natal Contumazá a cultivar la tierra por 10 años, también fue profesor del colegio recientemente creado hasta que en el gobierno de Odría le persiguió; perdió a su primera esposa, quedándose a cago de sus 4 hijos. Felizmente tuvo el apoyo de sus hermanas en el cuidado de sus niños cuando se convirtió en camionero para sustentar sus gastos.

Mientras los pinceles esperaban su turno, Zevallos volvió a la docencia en el colegio San Ramón. Fue director de la Casa de la Cultura por 17 años, a pesar que aceptó el cargo solo por tres meses. Presentó varias cartas de renuncias más fue ratificado por varios gobiernos hasta que llegó el momento de su jubilación como docente y también su renuncia irrevocable al cargo de la Casa de la Cultura.

Se dedicó de pleno a la pintura, armando un taller en su casa donde guarda una Xilografia de Sabogal, Zevallos muy amenamente nos cuenta el momento que le pidió a Dios que le dé 20 añito de vida para recrear su arte de todo lo que tenía embalsado desde su niñez hasta su juventud; tiempo en el cual alcanzó logros a nivel nacional e internacional.

Cumplida su petición, Dios prorrogó indefinidamente su tiempo de vida porque le faltaba crear muchas obras llenas de inspiración.

 

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