Escribe: Roberto Celis Santa Cruz. Hualgayoc: «Techos de paja, cerros de plata, corazón de oro» fue como acertadamente definió a esta promisora tierra el sabio: Antonio Raimondi, porque Hualgayoc brinda siempre un techo de calor humano, de tibieza, de amistad a todos los que permanente o circunstancialmente lo visitan. Todos sin excepción se abrigarán bajo su cobijo y la calidez que brinda como los techos de paja de su pueblo primigenio.
Sus cerros (collar de plata) encierran la riqueza material que ancestralmente regala al hombre, abriendo sus entrañas en un gesto de amor proporcionándole el noble metal que ojala algún día sirva para forjar un verdadero destino de su gente; y que las heridas abiertas de sus montañas convertidos en riqueza mineral permitan acabar con la pobreza y la explotación del hombre por el hombre.
Corazón de oro, prendido en el pecho de su gente amable y sencilla, laboriosa, infatigable que con esfuerzo y paciencia espera ver cumplido su sueño y su esperanza de dejar una tierra mejor, más inclusiva y más justa a las generaciones que le siguen en las cuales bien formadas por el ejemplo ha depositado toda sus expectativas.
Hualgayoc está de fiesta y alborozado bajo el manto de su santa patrona «Virgen del Carmen», hace un alto en sus jornadas para reunirse en un abrazo de amistad y reencuentro de todos sus hijos y visitantes, olvidando diferencias y contradicciones mezquinas, solo teniendo como meta y objetivo: Buscar el amanecer luminoso de una nueva sociedad hualgayoquina.
Hualgayoc, hay mucho que decir de ti, pero sobre todo hay mucho que hacer por ti. No es posible que teniendo y dando tanto estés tan mal atendido, destilando pobreza sobre tu propia riqueza; pero hoy no es nuestro tema hablar de eso, lo haremos en otra oportunidad, porque no se debe matar los sueños de esperanza con pesimismos de tristeza.
Hoy solamente desde esta columna y este medio elevamos nuestro saludo, rindiendo homenaje a los «GÁLVEZ EGÚSQUIZA», al maestro «NOÉ ZÚÑIGA», a quien el destino me dio la dicha de conocerlo y en horas de tertulia y peroratas fuimos nutridos con la savia de sus enseñanzas, las cuales trashuntaban sabiduría, moral y calor humano.
Hoy deseo que desde su Balcón Interior: «Jaime Abanto Padilla – el poeta del alba – regrese de nuevo a su Hualgayoc de siempre para esconderse en algún recoveco de la casa de la abuela o detrás de alguna piedra grande, para buscar y encontrarse con la esperanza fundiéndose en un abrazo telúrico y sideral que sea el comienzo de un nuevo Hualgayoc donde las ilusiones se hagan tangibles en la alborada de un nuevo mañana».
Hualgayoc, celebra hoy con dicha y alegría musitada para retomar mañana la senda de la lucha que el destino te llama: Feliz día tierra Hualgayoquina, retazo del Ande, pedazo de Patria.